¡Mantengamos
saludable nuestro Sistema Inmunológico!
El Sistema Inmunológico
constituye la defensa natural de nuestro cuerpo contra infecciones, virus y
otros organismos externos. Es decir, por medio de un proceso inmunológico el
cuerpo humano detecta, combate y elimina organismos infecciosos invasores con
antelación a que puedan hacer daño a nuestro organismo. Dicho en palabras
sencillas, nuestro Sistema Inmunológico es un ejército aliado para la defensa y salud de nuestro fuerte militar (nuestro cuerpo). Este ejército
cuando funciona bien, es disciplinado, se mantiene alerta las 24 horas y los
365 días del año para protegernos, detectar, combatir y destruir agentes o
soldados invasores que quieran e intenten penetrar y hacer daño a nuestro
fuerte.
Existen diversos tipos de
agentes invasores o soldados enemigos; en nuestro ejemplo, los antígenos pueden
ser cualquier cuerpo ajeno a nuestro organismo, virus, bacterias o cualquier
otro que sea infeccioso y que ponga en amenaza o riesgo nuestra salud. La
primera línea de defensa del cuerpo son los soldados macrófagos (células macrófagos),
ellos realizan sus labores de vigilancia por el torrente sanguíneo y en los
tejidos del cuerpo. Al detectar que estos agentes invasores han penetrado
nuestro fuerte (cuerpo humano), ya sea por un virus a través de la nariz o un
cortada por hierro oxidado en el brazo o cualquier otro evento que afecte
nuestro organismo; los soldados macrófagos inmediatamente lo detectan y lo
capturan dentro de la célula, logrando a través de la utilización de sus
enzimas destruir en pedacitos al invasor en la mayoría de los casos. Pero
ocurre como en todo ejército, que a veces para destruir a este enemigo, se
requerirá de la presencia de las fuerzas especiales (linfocitos de la clase T y
los de clase B), quienes actúan en la producción de anticuerpos, que se liberan
en nuestro torrente sanguíneo para detectar y unir más antígenos, de manera de
que estos no se puedan multiplicar y enfermarnos. Finalmente, nuestros soldados
de limpieza (células fagocito) se encargan de remover el agente enemigo del
cuerpo.
La ciencia moderna y sus
avances nos enseñan que el estrés diario, la alimentación inadecuada, el
descanso insuficiente, variación brusca de la temperatura, desnutrición, altos
y bajos emocionales, padecer ansiedad, depresión, angustia, pueden ser el caldo
de cultivo para que nuestras defensas disminuyan y seamos vulnerable ante un
ataque de un agente u organismo externo.
Una dieta adecuada, ricas en
frutas, vegetales verdes, verduras y con la ingesta de grasas buenas puede ser
suficiente para mantener en condición óptima nuestro organismo. Otro de los
riesgos para nuestro Sistema
Inmunológico, es la obesidad, pues como se sabe esta condición presenta
un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares que pueden alterar el buen funcionamiento de nuestro Sistema
Inmunitario. Por tanto, si reducimos la ingesta de grasas malas, la actividad
inmunológica mejora sustancialmente. Dentro de las recomendaciones para la
ingesta de grasas buenas, vale destacar: el consumo de pescado azul, frutos
secos, aceite de oliva, girasol, soja o aceite de linaza, las cuales darán un
aporte equilibrado de grasas a nuestro organismo. En algunos casos, el consumo
de productos lácteos fermentados como el yogurt, aumenta las defensas y
previene las intoxicaciones alimentarias. Ahora bien, si nuestro Sistema
Inmunológico se encuentra equilibrado para mantenerlo de esa manera, se hace
necesario el ingesta constante de vitaminas y minerales que requiere nuestro
organismo, como por ejemplo: La
vitamina C, que aumenta el interferón sustancia que impide o evita el
contagio de una alta gama de virus. También, es importante para la formación de
colágeno, que es un elemento esencial de las membranas de las células,
contribuyendo así, con el mantenimiento de las barreras naturales contra las
infecciones. La vitamina E,
de acuerdo a diversos estudios demuestran que la ingesta de esta vitamina
aumenta la respuesta inmunológica (dosis recomendada 200 mg al día). Esta
vitamina la podemos encontrar en el aceite de germen de trigo, aceite de soja,
germen de cereales, cereales en grano entero como el `pan, arroz y pastas alimenticias
integrales, aceite de oliva, frutos secos y vegetales de hoja verde. La vitamina A, esta es clave
para la integridad de la superficie de las mucosas (es una de las barreras
contra las infecciones). Esta la podemos
encontrar en el hígado, el huevo, la nata y en los beta carotenos que el
organismo los transforma en vitamina A cuando se requiere; es el caso, de las
verduras de color verde, rojo, anaranjado, amarillo claro; o en frutas como, el
melocotón, las cerezas, el melón y el albaricoque. Los estudios también
reflejan que un déficit de vitaminas
del grupo B (B9, tiamina o B1, riboflavina o B2, ácido pantoténico o
B5, biotina o B8, cianobalamina o B12) y ácido fólico pueden: suprimir la
respuesta de algunos linfocitos, que actúan sobre la producción de anticuerpos;
la deficiencia de B1, B2, B5, B8 y B12, puede influir en la producción de
anticuerpos del organismo. Cabe hacernos la pregunta: ¿En qué alimentos podemos
encontrar estas vitaminas y minerales? La podemos encontrar en las verduras,
frutas, frutos secos, cereales, legumbres, carnes blancas, vísceras, pescado, mariscos,
huevos y en los productos lácteos entre otros. Por su parte el ácido fólico
está presente, en verduras de hojas verdes, legumbres verdes, frutas,
principalmente. La vitamina B12 abunda en el hígado y en el marisco, pero
también está presente las carnes, pescado, huevos y productos lácteos. Por otra
parte, un déficit de hierro, selenio y zinc; así como, la ingesta de tabaco y
alcohol, pueden afectar directamente el funcionamiento y fortaleza de nuestro
Sistema Inmunológico. En definitiva, debemos implementar una buena estrategia
para comer saludablemente, pensar positivamente la mayor cantidad de tiempo
posible, hacer ejercicio a menudo y desarrollar un estilo de vida que favorezca
nuestra salud.
Autor: Dr.
José Manuel Rizzo.
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